Ancla firme del alma

Escrito el 19/08/2024
Vida y Fe Church


Tenemos como firme y segura ancla del alma una esperanza que penetra hasta detrás de la cortina del santuario, hasta donde Jesús, el precursor, entró por nosotros, llegando a ser sumo sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.
(Hebreos 6:19-20)

La ilustración de la esperanza como ancla es maravillosa en este pasaje. Un ancla es un instrumento de hierro que está unido a una cadena, utilizado para asegurar y estabilizar embarcaciones en el agua. Esta parte es esencial incluso para barcos muy grandes. Sabemos que el Señor tiene poder para calmar las tormentas y los vientos, él también caminó y puede hacernos caminar sobre las aguas.

Pero, ¿qué pasa cuando eso no acontece? Cuando las aguas embravecidas mecen la barca de un lado a otro... ¿Dónde está anclada tu esperanza? ¿En ti mismo, en el dinero, en las circunstancias o en Jesús? Esto quiere decir que aunque la tormenta persista y los vientos sean fuertes, aunque parezca que todo se hunde, si tu barca está segura en el ancla firme, Jesús, nada te quebrantará.

Él es nuestra seguridad a pesar de las luchas de la vida. ¡Mantente a salvo en las poderosas manos del Señor!

Afirma tu esperanza en Jesucristo
Reflexiona sobre esto: tu esperanza es algo importante y necesita estar puesta en el lugar correcto.
Ora diariamente pidiéndole a Dios que se convierta en el motivo de tu esperanza.
La esperanza debe ir acompañada por la fe y el amor (1 Corintios 13:13).
No te apoyes en tu fuerza física, tu propio entendimiento, el dinero o la influencia. Llegará el día en el que esas cosas pasarán. ¡Jesús es la Roca segura ahora y para siempre!
Vale la pena aferrarse a Jesús. Cuando surjan las tormentas, él te mantendrá en paz.

Para Orar:
¡Señor mío y Dios mío, sé siempre el motivo de mi esperanza! Tú eres la fuerza de mi vida y sé que nunca me abandonarás. Yo sé que las pruebas no son más grandes que tú. Cuando las tormentas se levantan y el mar de la vida intenta ahogarme, sé que tú puedes calmarlo todo. También puedes hacerme caminar sobre el agua. Pero si nada de eso sucede, tu poder permanece fiel e inquebrantable.
Me aferraré a ti, Padre, el ancla de mi alma, y me aferraré hasta que todo pase... ¡En el nombre de Jesús, sosténme en tus manos hoy y siempre! ¡Amén!